C. M. MAYO
Editora de
Mexico: A Traveler's Literary Companion, etc.

C.M. Mayo (inicio) < Publicaciones < o Librería INICIO | PROLOGO | PREGUNTAS Y RESPUESTAS | COMPRAR Prólogo por C.M. Mayo (Este libro se publicó en inglés; no obstante, aquí se encuentra el prólogo, traducido al español por Bertha Ruiz de la Concha)

Desde la independencia de España, México ha pasado por diversas formas de gobierno: imperio, dictadura y república, y sus extensas fronteras han sido cortadas brutalmente por Estados Unidos y la secesión de lo que hoy es Centroamérica. El resultado es la curiosa forma del México moderno: un grueso torso curvado (tierra firme) del cual cuelga un maltrecho brazo (Baja California); el otro brazo, musculoso, termina en un puño doblado (Yucatán). El historiador Timothy E. Anna escribe que "México fue, y aún es hoy, un país definido por sus regiones". ¿Podría encontrarse algo más diferente que los abrasadores desiertos de Baja California y las exuberantes selvas de Yucatán? (O, sencillamente, entre Yucatán y cualquier otro sitio?)

"México" significa tierra de los mexica, esa tribu marcada por el destino, mejor conocida como aztecas. En los años de la conquista, a principios del siglo XVI, los mexica eran el pueblo indígena dominante, si bien no el único que habitaba el territorio que hoy es la República Mexicana. Más tarde, durante la colonia, la gente comenzó a identificarse de acuerdo con su provincia o región —Nueva España, Nueva Galicia o California, por ejemplo— o con su grupo étnico. Había —y aún hay— criollos (los de ascendencia puramente española), así como purépechas, los habitantes de los cristalinos lagos de Michoacán, tzotziles en Chiapas y triquis en las altiplanicies de Oaxaca, por mencionar unos cuantos de los innumerables ejemplos. El mito nacional, propagado por el estado desde los inicios de la revolución a principios del siglo XX, es que ser mexicano significa pertenecer a la raza cósmica de los mestizos, nacidos de padre español y madre indígena. Ciertamente, la gran mayoría de los mexicanos actuales son mestizos, aunque esto deja de lado no sólo a los diversos pueblos indígenas del país, sino los cientos de miles de mexicanos que descienden de africanos, vascos, chinos, libaneses, judíos, alemanes, franceses, italianos, irlandeses e ingleses, entre otros.

Cabe imaginar, por consiguiente, que la literatura mexicana —un enorme festín— es uno de los grandes logros del continente americano. No obstante, quienes leemos en inglés no logramos saciar nuestro apetito ya que, sorprendentemente, las traducciones son muy escasas. Este hecho sorprende aún más si consideramos que Estados Unidos comparte con México una frontera de casi tres mil kilómetros.

Pese a lo anterior, hemos podido disfrutar algunos de los sabores más apetecibles. La literatura mexicana se inicia con poemas, mitos, crónicas y profecías de los pueblos indígenas, los cuales se encuentran vertidos al inglés en la extensa antología In the Language of Kings, de Miguel León-Portilla y Earl Shorris. En ella se incluye la crónica nahua sobre "La caída de Tenochtitlan" (capital de los aztecas); los inolvidables poemas de Nezahualcoyotl, y el Popol Vuh, en ocasiones llamado la Biblia maya, escrito en el siglo XVI. También se encuentran traducciones al inglés de obras españolas sobre la conquista, especialmente las sublimes memorias épicas de Bernal Díaz del Castillo, Historia verdadera de la conquista de Nueva España. Del periodo colonial, tenemos la fogosa "biografía intelectual" de la monja que fuera un prodigio literario, Sor Juana Inés de la Cruz, traducida por Margaret Sayers Peden con el título de A Woman of Genius. También hay traducciones de la obra de escritores del siglo XX, tales como las novelas de Juan Rulfo y Carlos Fuentes, así como de la poesía y prosa del premio Nóbel Octavio Paz. Incurriría en una omisión si no mencionara la deliciosa Como agua para chocolate de Laura Esquivel, novela sumamente vendida en español y en inglés, de la que se hizo una popular película. Por otra parte, y pese a diversos libros sobre literatura mexicana que incluyen traducciones, así como la traducción de obras cortas en revistas tales como The Paris Review, Tameme, Terra Incognita y Two Lines, la mayor parte del amplio arsenal de literatura mexicana permanece sin traducir. Ésta es una importante razón, querido lector, por la que el libro que ahora tienes en tus manos resulte un bocadillo tan especial, ya que también te permite probar los distintos y condimentados sabores de las regiones de México.

Elegí como criterio principal para la selección la calidad literaria y el sentido específico de lugar y/o cultura regional. Aun cuando me enfoqué en la literatura contemporánea publicada después de 1973 —la cual clasifiqué como historia corta, fragmento de novela y no ficción creativa— hice una excepción con Rosario Castellanos, oriunda de Chiapas y una de las más grandes escritoras mexicanas. A pesar de la rica tradición de escritos sobre México en inglés, me mantuve alejada de la narrativa en esa lengua, con dos excepciones: un fragmento de mis memorias Miraculous Air, que narra una entrevista (traducida del español) con un ranchero que trabajó en la carretera Transpeninsular en Baja California, y "Big Caca's Revenge", de Daniel Reveles, ubicada en la ciudad fronteriza de Tecate. En síntesis, mi definición de "literatura mexicana contemporánea" es, hasta cierto punto, una rebanada arbitraria e imprecisa, como suelen ser todas las definiciones por conveniencia.

Ante todo, busqué diversidad no sólo en cuanto a lugares sino también de estilos y sensibilidades… tarea nada fácil, ya que la "literatura" en México está dominada por la elite de la ciudad de México. Desde las perspectivas cultural, demográfica, económica, intelectual y política, la ciudad de México no tiene equivalente en Estados Unidos; quizá podría pensarse en una mezcla de Washington D.C., Los Ángeles, Boston y Nueva York. En su mayoría, las antologías sobre literatura mexicana tienden a centrarse en el "quién es quién" dominado por la ciudad de México —al igual que ésta, aunque en menor grado, pues, indiscutiblemente, buena parte de la mejor literatura se produce en la capital.

Me aboqué a hacer lo que muchos antólogos: leí y leí, pedí sugerencias, seguí leyendo… un círculo aparentemente interminable que me develó tesoros, entre ellos "Huaquechula", de Pedro Ángel Palou, ubicado en el estado de Puebla, así como "Día y noche", de Mónica Lavín, ubicado en el pueblo de Acapatzingo, en el estado de Morelos. Por si esto fuera poco, por correo electrónico solicité "aportaciones voluntarias" a cientos de escritores, traductores y profesores. Muchos reenviaron el correo, pues sé que terminó en varios sitos de Internet, incluyendo el de la American Literary Translators Association. También envié volantes por correo postal a los departamentos de traducción y español de universidades en Estados Unidos, México, Canadá, el Reino Unido e incluso algunas en Australia. La respuesta fue —tal como lo había previsto— un enorme y jugoso montón de sobres. Araceli Ardón, escritora de Querétaro, envió su aún no publicado "No es nada mío". De Geoff Hargreaves recibí su traducción del brillante y devastador cuento "La botella verde", escrito por el regiomontano Ricardo Elizondo Elizondo —otro escritor que no conocía. El traductor Harry Morales me envió "Vigilia en Tehuantepec", de Alberto Ruy Sánchez y "Gemelos", de Ilán Stavans, una historia sobre dos hermanos libaneses que viven en un pequeño poblado. Philip Garrison me envió su traducción del sabroso cuento del escritor michoacano Raúl Mejía, "Banquetes". De Provo, Utah llegó la traducción que hizo Daryl R. Hague del sobrecogedor "Tarántula", del veracruzano Raymundo Hernández-Gil, un escritor cuya obra acaba de ser publicada en español por una revista estudiantil de Brigham Young University, un sitio bastante alejado del radar de los escritores de la ciudad de México, por cierto.

En México hay innumerables escritores cuya obra aún no está traducida o que, incluso si lo está, no ha tenido la difusión que merece entre los lectores de habla inglesa. Dados el alcance y la extensión de esta antología, fue imposible incluir muchas obras por diversas razones que nada tienen que ver con la calidad. (¿Qué hacer con algo ubicado en París, en Arizona o en el espacio?) Intenté lograr cierto equilibrio, porque en ningún banquete debe faltar algo muy condimentado y algo dulce.

Como se dice bon appétit en México, ¡buen provecho!

¡buen provecho!¡buen provecho!¡buen provecho!¡buen provecho!C.M. Mayo

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